CONSECUENCIAS DE NUESTRA
INDIFERENCIA
Por Santos Diamantino[1]
Mis abuelos Candelaria Copa y Moisés Diamantino
Blaise Pascal en el siglo
XVII, en un texto que fue compilado posterior a su muerte “Pensamientos, sobre la religión y otros asuntos” exponía una
metáfora: "El hombre es solamente una caña, la cosa más frágil de la naturaleza,
pero una caña pensante. No hace falta que el universo entero se arme para
aplastarlo: un soplo de viento o una gota de agua bastan para destruirlo."
Este texto me lleva argumentar que la naturaleza nos ha demostrado lo frágil
que es el ser humano, que podemos caer ante lo más insignificante, depredamos
con inteligencia y no sabemos cómo defendernos ante la reacción de la
naturaleza, sólo acudimos a ocultamos por miedo a ser destruido.
El ser humano sabe que es frágil pero no se siente
frágil, se aprecia a sí mismo como un súper poderoso. Esta actitud es la que
obstaculiza al ser humano a desarrollarse equilibradamente, más aún en este
siglo XXI, cuando la globalización está haciendo estragos con nuestra concentración,
somos seres dispersos, nos hemos convertido en una sociedad consumista y no
sabemos hasta donde llegar. Todos queremos brillar, nos cuesta cada vez más
hacer equipo, todos quieren patear el penal para ser aplaudidos y sentirse stars
of the moment. Por esa desesperación a veces tomamos decisiones equivocadas y
lo peor, culpamos al de lado por esta decisión. A los humanos nos cuesta
aceptar que nos hemos equivocado, por eso siempre tiene la culpa el otro.
¿A dónde vamos a parar si
actuamos de esa manera? Vivimos un tiempo donde la población
está sin norte, al no saber qué hacer frente a este tipo de epidemias, tiene miedo,
se vuelve religioso/a, siente estrés, desesperación por comer y salir a la
calle. Como humanidad, qué estamos
haciendo, ¿nos conocemos? Y si fuera así porqué estamos en estas situaciones,
por qué no entendemos que algunas acciones nos hacen daño a nosotros mismos. Muchas
personas se preguntan si podremos saber quién ocasionó este desastre, ya que
estamos arriesgando la vida cada minuto que pasa por este accionar.
Para frenar, Bolivia (22/03/2020) como otros países del mundo,
decretaron cuarentena. El decreto indica que "debemos
estar en casa las 24 horas del día", como salida al problema del
coronavirus. Implícitamente nos está diciendo, nuestra especie “pensante”
está en peligro de extinción por eso debes ocultarte. Pero la realidad social-cultural-económica
es, estando o no en casa la muerte está rondando por tu lado, porque es infección
versus hambre, o sea estamos encapsulados tácitamente, a menos que goces de
buen sustento económico y puedas quedarte en casa esperando que el virus no te
arruine la vida. Para meternos más miedo, los medios de comunicación, las redes
sociales se encargan de ofrecernos imágenes y audios de las mil formas en que vamos
a llegar a morir, en cualquiera de los dos lados. Lo primero que viene a mi
cabeza es ¡tengo miedo morir! (no tengo las facilidades de Doria Medina para
decir ¡no me puedo morir carajo!) ¿Quién no tiene miedo a morir? Claro conscientemente,
porque cuando uno anda en decepciones amorosas uno está obnubilado. El tenerle
miedo a la muerte solo expresa el valor de la supervivencia.
Ahora, la persona que esta con o sin su familia, está en el silencio de
su propio cuarto, desesperado por la lentitud del transcurrir del día, por los
seis cafés del día, por la falta de concentración cuando quiere leer, y se da
cuenta que no se conoce a sí mismo porque no puede dominar estas reacciones muy
humanas. La agitada vida que lleva hasta ahora, hizo que no conozca su YO
interno. Para no sentir vacío existencial, llenamos los momentos de música,
televisión, ejercicios o alguna otra actividad. Demostrando simplemente que
tiene miedo, vergüenza de sí, y prefiere evitar a su YO interno. Mediante las
redes sociales vemos a un ser humano que no sabe qué hacer con su tiempo
buscando placeres momentáneos. El causante, el satanás como diría un evangélico,
el anchancho como diría un aymara es el COVID-19, quién hizo que se movieran cimientos
humanos como no humanos, soñamos y despertamos con esto. Es el artista del momento,
está en todos los rankings informativos por el éxito mortuorio de sus
conciertos en cada país. Una de sus letras famosas del momento es “estoy en todos lados aguardándote en
silencio y voy por ti”. El ser humano ya no baila agarrado de la mano, ni
se abraza, porque desconfía de sí mismo como del “otro”. ¿A dónde hemos llegado?
“nuestra especie tiene miedo de sí mismo”.
¿Será el tiempo de la filosofía antropológica, del pensar en el YO y de
lo que relaciona a este YO? Esta pregunta lleva a dos ideas; la primera, son
tiempos donde el pensamiento debe situarse en el homonatura, es decir; en el ser humano y en su relación con la
naturaleza. Si quiere existir debe aprender a valorar y cuidar su casa, así
tendrá la seguridad de que va seguir existiendo. Segundo, el ser humano debe
tomar conciencia de que no es el centro del mundo, ni del universo, ni creer
que el fin de la existencia humana es la
búsqueda de la “propia felicidad”. Toda necesidad humana debe ir en
equilibrio con lo que nos rodea. Existe la necesidad de generar un pacto
socio-natural para vivir y dejar vivir más tiempo a otras especies.
El individualismo ha causado que no se avance como humanidad sino como individuo
(realidad particular). El cambio climático le exige al ser humano reflexionar,
y le pide reconsiderar su vida, no es lo que quiere, piensa y siente el
objetivo de la vida humana, mucho menos el creer que nadie debe decirnos qué
hacer o cómo hacer las cosas. La euforia del libre albedrio que trata de manifestarse
en su auténticidad, o la eterna búsqueda de la identidad, o el querer ser
diferente, único, aunque no sé cómo se hace eso, ha dominado el mundo y seguimos
estando bajo esa idea. La naturaleza en el siglo XXI nos está diciendo que es
tiempo de asumir responsabilidades socio-naturales. Hasta aquí, el ser humano
ha logrado producir comodidad pero no felicidad, como resultado existe sed de
sentido. Esa desnudes humana la viste en el mercado, quien le ofrece productos
para verse diferente, especial y único con la cual sacia placeres momentáneos,
no el sentido de la existencia. El mercado ha vuelto al ser humano en alguien
que compite por ganar reconocimiento, no en reconocerse a sí mismo.
Este tiempo nos está indicando que el ser humano debe tomar conciencia,
generar pactos en todas las dimensiones, aprender a confiar y ser leales a su
palabra. El no tener palabra llevó a la persona a ser escéptica, el ejemplo está
en la reacción de la gente frente a las medidas que emitió el gobierno boliviano
en el tema COVID-19, la gente sigue saliendo porque no confía en la palabra de
un político ni de un especialista en salud (seguramente por alguna mala
experiencia en el diagnóstico de su salud). He ahí la importancia del “tener
palabra”.
El ser humano tiende a destruirse a sí mismo constantemente por este
hecho. Este tiempo es importante para saber que hay dentro de nosotros (conciencia)
sin miedo. Pascal decía que “es más
fácil soportar la muerte sin pensar en ella, que soportar el pensamiento de la
muerte”, por eso es importante el homonatura, para dejar de tener ansiedad, o
que algo nos quite el sueño como está ocurriendo actualmente. Rosa García
Orellan decía “el miedo a la muerte, se halla en la base
de toda la simbolización, bien negándolo, negociando con él o manifestándolo.” Considero
que este tiempo va ser útil y no una pérdida de tiempo (en términos económicos)
si se logra cambiar la forma de relacionarnos entre humanos y la naturaleza.
Foto tomada desde el Cachi, o lugar donde seca la coca, pueblo de Huancané
Momento en el que se Thijra la Coca, Sra. Carmen Diamantino
Cachi para el secado de coca
[1] Filósofo
y Antropólogo.
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