sábado, 18 de abril de 2020

La cuarentena y mis circunstancias


CONSECUENCIAS DE NUESTRA INDIFERENCIA

Por Santos Diamantino[1]

Mis abuelos Candelaria Copa y Moisés Diamantino

Blaise Pascal en el siglo XVII, en un texto que fue compilado posterior a su muerte “Pensamientos, sobre la religión y otros asuntos” exponía una metáfora: "El hombre es solamente una caña, la cosa más frágil de la naturaleza, pero una caña pensante. No hace falta que el universo entero se arme para aplastarlo: un soplo de viento o una gota de agua bastan para destruirlo." Este texto me lleva argumentar que la naturaleza nos ha demostrado lo frágil que es el ser humano, que podemos caer ante lo más insignificante, depredamos con inteligencia y no sabemos cómo defendernos ante la reacción de la naturaleza, sólo acudimos a ocultamos por miedo a ser destruido.

El ser humano sabe que es frágil pero no se siente frágil, se aprecia a sí mismo como un súper poderoso. Esta actitud es la que obstaculiza al ser humano a desarrollarse equilibradamente, más aún en este siglo XXI, cuando la globalización está haciendo estragos con nuestra concentración, somos seres dispersos, nos hemos convertido en una sociedad consumista y no sabemos hasta donde llegar. Todos queremos brillar, nos cuesta cada vez más hacer equipo, todos quieren patear el penal para ser aplaudidos y sentirse stars of the moment. Por esa desesperación a veces tomamos decisiones equivocadas y lo peor, culpamos al de lado por esta decisión. A los humanos nos cuesta aceptar que nos hemos equivocado, por eso siempre tiene la culpa el otro.
¿A dónde vamos a parar si actuamos de esa manera? Vivimos un tiempo donde la población está sin norte, al no saber qué hacer frente a este tipo de epidemias, tiene miedo, se vuelve religioso/a, siente estrés, desesperación por comer y salir a la calle. Como humanidad, qué estamos haciendo, ¿nos conocemos? Y si fuera así porqué estamos en estas situaciones, por qué no entendemos que algunas acciones nos hacen daño a nosotros mismos. Muchas personas se preguntan si podremos saber quién ocasionó este desastre, ya que estamos arriesgando la vida cada minuto que pasa por este accionar.

Para frenar, Bolivia (22/03/2020) como otros países del mundo, decretaron cuarentena. El decreto indica que "debemos estar en casa las 24 horas del día", como salida al problema del coronavirus. Implícitamente nos está diciendo, nuestra especie “pensante” está en peligro de extinción por eso debes ocultarte. Pero la realidad social-cultural-económica es, estando o no en casa la muerte está rondando por tu lado, porque es infección versus hambre, o sea estamos encapsulados tácitamente, a menos que goces de buen sustento económico y puedas quedarte en casa esperando que el virus no te arruine la vida. Para meternos más miedo, los medios de comunicación, las redes sociales se encargan de ofrecernos imágenes y audios de las mil formas en que vamos a llegar a morir, en cualquiera de los dos lados. Lo primero que viene a mi cabeza es ¡tengo miedo morir! (no tengo las facilidades de Doria Medina para decir ¡no me puedo morir carajo!) ¿Quién no tiene miedo a morir? Claro conscientemente, porque cuando uno anda en decepciones amorosas uno está obnubilado. El tenerle miedo a la muerte solo expresa el valor de la supervivencia.

Ahora, la persona que esta con o sin su familia, está en el silencio de su propio cuarto, desesperado por la lentitud del transcurrir del día, por los seis cafés del día, por la falta de concentración cuando quiere leer, y se da cuenta que no se conoce a sí mismo porque no puede dominar estas reacciones muy humanas. La agitada vida que lleva hasta ahora, hizo que no conozca su YO interno. Para no sentir vacío existencial, llenamos los momentos de música, televisión, ejercicios o alguna otra actividad. Demostrando simplemente que tiene miedo, vergüenza de sí, y prefiere evitar a su YO interno. Mediante las redes sociales vemos a un ser humano que no sabe qué hacer con su tiempo buscando placeres momentáneos. El causante, el satanás como diría un evangélico, el anchancho como diría un aymara es el COVID-19, quién hizo que se movieran cimientos humanos como no humanos, soñamos y despertamos con esto. Es el artista del momento, está en todos los rankings informativos por el éxito mortuorio de sus conciertos en cada país. Una de sus letras famosas del momento es “estoy en todos lados aguardándote en silencio y voy por ti”. El ser humano ya no baila agarrado de la mano, ni se abraza, porque desconfía de sí mismo como del “otro”. ¿A dónde hemos llegado? “nuestra especie tiene miedo de sí mismo”.

¿Será el tiempo de la filosofía antropológica, del pensar en el YO y de lo que relaciona a este YO? Esta pregunta lleva a dos ideas; la primera, son tiempos donde el pensamiento debe situarse en el homonatura, es decir; en el ser humano y en su relación con la naturaleza. Si quiere existir debe aprender a valorar y cuidar su casa, así tendrá la seguridad de que va seguir existiendo. Segundo, el ser humano debe tomar conciencia de que no es el centro del mundo, ni del universo, ni creer que el fin de la existencia humana es la búsqueda de la “propia felicidad”. Toda necesidad humana debe ir en equilibrio con lo que nos rodea. Existe la necesidad de generar un pacto socio-natural para vivir y dejar vivir más tiempo a otras especies.

El individualismo ha causado que no se avance como humanidad sino como individuo (realidad particular). El cambio climático le exige al ser humano reflexionar, y le pide reconsiderar su vida, no es lo que quiere, piensa y siente el objetivo de la vida humana, mucho menos el creer que nadie debe decirnos qué hacer o cómo hacer las cosas. La euforia del libre albedrio que trata de manifestarse en su auténticidad, o la eterna búsqueda de la identidad, o el querer ser diferente, único, aunque no sé cómo se hace eso, ha dominado el mundo y seguimos estando bajo esa idea. La naturaleza en el siglo XXI nos está diciendo que es tiempo de asumir responsabilidades socio-naturales. Hasta aquí, el ser humano ha logrado producir comodidad pero no felicidad, como resultado existe sed de sentido. Esa desnudes humana la viste en el mercado, quien le ofrece productos para verse diferente, especial y único con la cual sacia placeres momentáneos, no el sentido de la existencia. El mercado ha vuelto al ser humano en alguien que compite por ganar reconocimiento, no en reconocerse a sí mismo.

Este tiempo nos está indicando que el ser humano debe tomar conciencia, generar pactos en todas las dimensiones, aprender a confiar y ser leales a su palabra. El no tener palabra llevó a la persona a ser escéptica, el ejemplo está en la reacción de la gente frente a las medidas que emitió el gobierno boliviano en el tema COVID-19, la gente sigue saliendo porque no confía en la palabra de un político ni de un especialista en salud (seguramente por alguna mala experiencia en el diagnóstico de su salud). He ahí la importancia del “tener palabra”.

El ser humano tiende a destruirse a sí mismo constantemente por este hecho. Este tiempo es importante para saber que hay dentro de nosotros (conciencia) sin miedo. Pascal decía que “es más fácil soportar la muerte sin pensar en ella, que soportar el pensamiento de la muerte”, por eso es importante el homonatura, para dejar de tener ansiedad, o que algo nos quite el sueño como está ocurriendo actualmente. Rosa García Orellan decía “el miedo a la muerte, se halla en la base de toda la simbolización, bien negándolo, negociando con él o manifestándolo.” Considero que este tiempo va ser útil y no una pérdida de tiempo (en términos económicos) si se logra cambiar la forma de relacionarnos entre humanos y la naturaleza.




Foto tomada desde el Cachi, o lugar donde seca la coca, pueblo de Huancané

 Momento en el que se Thijra la Coca, Sra. Carmen Diamantino

Cachi para el secado de coca




[1] Filósofo y Antropólogo.

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