Un tema apasionante
es la ética y su función disimulada en la acción humana. En la realidad social
o, en el imaginario social, hay la exigencia del orden de una realidad
individual como de una realidad social. En estas dos realidades están inmersos
las opiniones y puntos de vista construidos a lo largo del tiempo. Mismas que
indican qué es lo correcto y que no es lo correcto. Según Kant, mientras la
legalidad es el mero acuerdo o desacuerdo de la acción con la ley moral sin
ninguna referencia a la motivación de la acción, la moralidad considera como
motivación de la acción la idea misma del deber. Hegel, por su parte, distingue
entre moralidad y eticidad. La primera se refiere a la voluntad subjetiva del
bien, mientras que la segunda supone la realización del bien a través de
instituciones históricas, principalmente: la familia, la sociedad civil y el
Estado, que es la más alta manifestación de la eticidad. Hegel[1]
añade que, en este sentido, el Estado es un Dios real que ha entrado en el
mundo. En este sentido, la eticidad es la “verdad” de la moralidad, ya que esta
se relaciona con aquella como lo finito con lo infinito.
Ahora ¿Qué tiene
que ver todo esto con la pregunta central? Pues bien, si ya habido filósofos
que han tocado el tema de la trasnversalidad, es porque han visto la necesidad
de redirigir las acciones humanas. Se sabe que la ética es personal y que esta
no tiene nada que ver con las instituciones o con las grandes organizaciones.
Si no con una cuestión más de autodeterminación del acto. Lo interesante es,
que cualquier relación es interrelación, por lo tanto, de alguna manera afecta
o beneficia al conjunto, o a los seres en relación. Lo rescatable de esto es
que todos nos sumergimos en el mundo de la legalidad informal, o lo que se
conoce como derecho consuetudinario. Esto quiere decir que en el mundo social,
hay ideas ya establecidas las cuales le hacen ser a determinada realidad. En
esa determinación nosotros jugamos un rol, un papel que muchas veces no es bien
dirigido, es decir, no se toma al ser humano en su totalidad sino como
utilidad. Las instituciones administrativas, organizaciones incluso las que se
dedican a la educación cosificaron en alguna manera al ser humano. Esto en vez
de ayudar a la construcción del ser humano, ha hecho que se quede en los lechos
de la sola producción. Al hombre no se ve como un ser humano, sino como una
herramienta que puede y tiene que producir para sobrevivir. Entonces la
realidad moral ha creado un constructo ideal para comportarse dentro de este
ámbito. Por eso busca cierto tipo de hombre, no cierto ser humano. El sentido o
mejor dicho la reflexión ética se pone de lado, porque lo que importa es
producir.
Las normas, son
claras, la responsabilidad, los valores, la obligación, es clara; producir para
vivir. Considero que en la actualidad ya no hay el respeto hacia sí mismo como
hacia el otro, nos hemos convertido en medio para el fin de la supervivencia.
Las supuestas ayudas son utilitarias, es decir bajo la pregunta ¿me conviene?
Ya no hay la valoración positiva a determinados hechos, sino hay la valoración
del sometimiento, del que todo esta mal. Por eso, es que el ser humano en la actualidad
esta cosificado, enajenado, no es feliz. Cambiar eso, nos va llevar cambiar
todo el sistema político y económico del país.
Atte. Santos Diamantino.
[1] Hegel G. W. F. Principios de la
filosofía del derecho, Ed. Sudamericana, buenos Aires, 1975. Pág. 195-196.