viernes, 20 de septiembre de 2013

¿Por qué transversalizar la ética en la administración de empresas, instituciones, organizaciones y en la educación superior?



    Un tema apasionante es la ética y su función disimulada en la acción humana. En la realidad social o, en el imaginario social, hay la exigencia del orden de una realidad individual como de una realidad social. En estas dos realidades están inmersos las opiniones y puntos de vista construidos a lo largo del tiempo. Mismas que indican qué es lo correcto y que no es lo correcto. Según Kant, mientras la legalidad es el mero acuerdo o desacuerdo de la acción con la ley moral sin ninguna referencia a la motivación de la acción, la moralidad considera como motivación de la acción la idea misma del deber. Hegel, por su parte, distingue entre moralidad y eticidad. La primera se refiere a la voluntad subjetiva del bien, mientras que la segunda supone la realización del bien a través de instituciones históricas, principalmente: la familia, la sociedad civil y el Estado, que es la más alta manifestación de la eticidad. Hegel[1] añade que, en este sentido, el Estado es un Dios real que ha entrado en el mundo. En este sentido, la eticidad es la “verdad” de la moralidad, ya que esta se relaciona con aquella como lo finito con lo infinito.
    Ahora ¿Qué tiene que ver todo esto con la pregunta central? Pues bien, si ya habido filósofos que han tocado el tema de la trasnversalidad, es porque han visto la necesidad de redirigir las acciones humanas. Se sabe que la ética es personal y que esta no tiene nada que ver con las instituciones o con las grandes organizaciones. Si no con una cuestión más de autodeterminación del acto. Lo interesante es, que cualquier relación es interrelación, por lo tanto, de alguna manera afecta o beneficia al conjunto, o a los seres en relación. Lo rescatable de esto es que todos nos sumergimos en el mundo de la legalidad informal, o lo que se conoce como derecho consuetudinario. Esto quiere decir que en el mundo social, hay ideas ya establecidas las cuales le hacen ser a determinada realidad. En esa determinación nosotros jugamos un rol, un papel que muchas veces no es bien dirigido, es decir, no se toma al ser humano en su totalidad sino como utilidad. Las instituciones administrativas, organizaciones incluso las que se dedican a la educación cosificaron en alguna manera al ser humano. Esto en vez de ayudar a la construcción del ser humano, ha hecho que se quede en los lechos de la sola producción. Al hombre no se ve como un ser humano, sino como una herramienta que puede y tiene que producir para sobrevivir. Entonces la realidad moral ha creado un constructo ideal para comportarse dentro de este ámbito. Por eso busca cierto tipo de hombre, no cierto ser humano. El sentido o mejor dicho la reflexión ética se pone de lado, porque lo que importa es producir.
Las normas, son claras, la responsabilidad, los valores, la obligación, es clara; producir para vivir. Considero que en la actualidad ya no hay el respeto hacia sí mismo como hacia el otro, nos hemos convertido en medio para el fin de la supervivencia. Las supuestas ayudas son utilitarias, es decir bajo la pregunta ¿me conviene? Ya no hay la valoración positiva a determinados hechos, sino hay la valoración del sometimiento, del que todo esta mal. Por eso, es que el ser humano en la actualidad esta cosificado, enajenado, no es feliz. Cambiar eso, nos va llevar cambiar todo el sistema político y económico del país.

Atte. Santos Diamantino.


[1] Hegel G. W. F. Principios de la filosofía del derecho, Ed. Sudamericana, buenos Aires, 1975. Pág. 195-196.