EL CARÁCTER FILOSOFICO DEL PENSAR ANDINO
Por Santos Diamantino[1]
Hasta ahora se han dado diversos
elementos de reflexión filosófica, sobre el pensar Andino. Sin embargo, muy
pocos han indagado sobre el ser andino, o sobre aquel que se considera andino.
La pregunta es un talante no resuelto, la incógnita por saber qué es lo andino,
o, a qué se le llamaría andino, o a quién se le debería llamar andino, sigue en
el imaginario del ser que reside en estos espacios geográficos de tierras
altas.
Frecuentemente se lo ha reducido
a lo geográfico, es decir; aquel ser humano que está ubicado en América del Sur
y se caracteriza por vivir en una región montañosa (Cordillera de los Andes)
con una altitud promedio de 4000 metros sobre el nivel del mar. Dicha región se
extiende desde Venezuela, pasa por Colombia, Perú, Bolivia, hasta el norte de
Chile y Argentina. Pero en el ámbito del problema epistemológico (los principios, fundamentos, extensión y métodos de conocimiento) indígena, este razonamiento no ha ayuda mucho. Lo
geográfico puede, como no determinar el ser, o el modo de pensar del hombre que
vive en el Ande. Su necesidad de supervivencia no es un ente determinante para
que ese ser humano, sea lo que en el imaginario social se cree, o piensa que
es.
Lo andino es mucho más que lo
geográfico y étnico, es decir; como ente identitario, como concepción
indigenista, o, como una aparente “raza” pura. Lo andino es más amplio desde la
reflexión filosófica, no sólo es una connotación anamnética del pasado, o la
idealización del pasado indígena. Lo andino supera cualquier “purismo”
antropológico, o romanticismo etnológico, o creer que a partir de ciertos
abordajes posmodernos de los “populares” estudios culturales, uno llega a
entender lo que es ser andino.
Lo andino está presente en muchos
elementos de la tradición aymara y quechua, como de la herencia humana. No
obstante, tampoco se reduce a la misma, ya que hay una diversidad de
manifestaciones culturales que no le son propios al mismo quechua y al mismo
aymara. De ahí, la noción de herencia humana.
La complejidad de lo andino radica
en que hay un escaso material bibliográfico del concepto mismo; dos, la misma
conceptualización de lo andino para el mismo indígena es ajena (preguntemos a
cualquier persona que vive en el ande ¿Qué es ser andino?, no habrá respuesta).
Para el análisis filosófico, el saber andino, no se expresa por un concepto.
Contiene una realidad mucho más amplia. Si se sometiese a la conceptualización,
a lo técnico, metafísico, se estaría descuidando el ser del que vive en el
Ande, y se estaría sometiendo a conocerlo y describirlo, que de alguna manera
no es más que cosificarlo, como el mundo occidental ha venido haciendo en
muchas cuestiones.
Pensar en el ser del andino,
requiere eliminar juicios, categorías que lo lleguen a cosificar. El andino es
un ser sin concepto, un ser trascendental y curioso de su futuro místico, es
astuto, tímido, calculador, dialoga con lo que le rodea, respeta cuando le
brindan lo mismo, defiende su ser a muerte cuando alguien quiere violar su
intimidad, es introvertido, imagina y recrea mundos y cree en ellos, porque es
un humano demasiado humano. Y esto, sólo es una noción, porque es más que lo
descrito. Por eso, no es correcto reducirlo a un solo concepto (hombre que vive
en el Ande); es bueno dejar ser, al ser lo que es, para pensar en lo andino. No
es loable conceptualizarlo a partir de su residencia, o de su producción, o de
su utilidad. Lo andino es un fenómeno multicultural, no limitado a un ente o
área, porque es pensamiento vivo, con raíces históricas muy profundas. De ahí
la sugerencia de una descolonización epistémica de nosotros mismos.
El pensar filosóficamente en lo
andino, no te limita, porque no entra en las redes del lenguaje (preso de la
gramática y la lógica). El pensar interroga desde lo fenomenológico, desde
aquel acto mental de evitar realizar juicios de valor, o poner categorías, o
ser ordenados jerárquicamente en lo conceptual. El pensar en lo andino, te invita
aprender a ver las cosas prescindiendo de los nombres, lo andino en el
imaginario epistemológico es más que un simple nombrar, es onomatopeya andante.
Por eso el especialista antes de hacer un coloquio sobre lo andino, debe dejarse
interpelar y luego interpretar por el Ande, sino, es un reflejo de occidente.
La óptica de ver al Ande con ojos de occidente es un tanto errada, ya que las
categorías indígenas, no son las mismas al del viejo continente.
La categorizaciones tienen que
partir desde el mundo andino (aunque para algunos como Levy Bruhl, el
pensamiento americano es primitivo, o simplemente etno-filosofías). No se puede
seguir pensando, ser eco del viejo mundo, y a partir de ella querer
fortalecerse espiritualmente. Ese no es el ser del pensar andino. La humanidad
es libre, pero el ser del ande, tiene su particularidad y mencionarla sin antes
haber experimentado es un error. No es fiable las posturas ideológicas de las
que se tiene hoy como lo andino, de ese ser que vive en el Ande, ya que en
muchas de sus apreciaciones, como dice S. Bondy (1978), este ser, tiene una
conciencia enajenada y enajenante, es producto de una inautenticidad cultural,
tienen una imagen superficial del mundo.
El carácter filosófico del andino
no se aparta de la realidad de su pueblo, ni deja de comprometerse con la fe
política y religiosa de su pueblo. Para el andino, las necesidades
existenciales en común unidad son racionales, lógicos, sistemáticos, etc. El pensar especifico no se centra en la
categorización conceptual, racional, analítica y sistemática de Occidente,
sino, en la experiencia misma que tiene el ser que vive en el Ande. En palabras
de Gunter
Rodolfo (2003) se expresa en lo sacramental y celebrativo, aspectos en los que
la realidad adquiere otras dimensiones, en palabras de Kusch es una lógica de la negación.
Si
se quiere pensar al ser de los Andes, es importante observarlo en las formas
como en su realidad se manifiesta, en sus símbolos y simbolizaciones, y ese
debería ser la labor del que vive en el ande, de aquella persona que se formó
en estos ámbitos de la filosofía, y no creer y enarbolar banderas ajenas.
Contemplarlo en su cotidianidad, en su ritualidad, en su movimiento, en su
interrelación. Y no en el objetivo de querer teorizarlo todo el tiempo, sin
pensar en sus manifestaciones humanas, es decir; en lo que los abuelos, las
personas que aún viven en los campos hacen, que es escuchar la naturaleza, leer
los tiempos, si va llover o no, conversar con las aves por si algún hermano va
a venir a casa.
El
pensar andino es más sintiente, su sensibilidad es más fina, su perspectiva es
más afectiva. Y esto para el mundo occidental es irracional, para aquellos que
se identifican con teorías del mundo occidental es mito, no real, fetichismo. Por eso no lo entienden y creen que no es posible
una filosofía andina, “tal vez” una aproximación a la epistemología andina.
Excelente publicacion.
ResponderEliminarGracias hno, hay que seguir por la senda de la reflexión pensando en el bien común, no como algo exquisito sino como algo necesario y elemental. Un abrazo
ResponderEliminarCierto. Es preciso y necesario reflexionar en torno a la toma de conciencia individual-colectiva, tanto historica, politica y filosofica; para que dejemos de aceptar esas reducciones o encasillamientos al andino en parametros extranjeros o con opticas occidentales. Que solo nos retrasan o dividen
EliminarEl andino es un ser sin concepto, el pensar interroga desde lo fenomenológico. El pensar en lo andino te invita aprender a ver las cosas, es más que un simple nombrar, es onomatopeya andante. Si se quiere pensar, es importante observarlo.
ResponderEliminaresto va de la mano con la cosmovision andina ?
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